Platón comprendió, aún siendo joven, que la educación del hombre, y en especial del gobernante, es el único camino para llegar a conformar una sociedad justa. Sólo quien vive en el diálogo directo con lo inteligible, quien se eleva de lo mudable y sensible a lo inmutable y eterno, posee la mirada profunda que necesita el hombre de Estado para conducir la sociedad real hacia la sociedad ideal. La política debe plasmar en la ciudad terrena el arquetipo que contempla en el mundo ideal, y la educación es el cincel que permite modelar la sociedad ideal en este mundo limitado por el devenir, el cambio y la materia.
La "auténtica filosofía" es, según Platón, la fuente del saber sobre lo que es bueno y justo, tanto en la vida privada como en la pública. En sintonía con esta distinción, el presente artículo aborda las ideas de Platón sobre educación desde dos perspectivas: en la primer parte, centrando la atención sobre el individuo, y en la segunda, destacando la dimensión política del hecho educativo.
Presumía que el ideal educativo lo constituían el buen equilibrio de belleza (moral, intelectual, movimientos, en los oficios). Platón unía el cuerpo y el alma, cree que son inseparables el uno de la otra, pero sin embargo critíca duramente el culto al cuerpo y el excesivo cuidado personal. De hecho el lugar donde se desarrollaba el pensamiento y la cultura era el gimnasio y en edades inferiores la palestra. Se oracticaba salto, disco, jabalina, solos, lucha, pugilato y pancracio.
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